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Una competencia bien colorida, literalmente hablando, es la carrera de globos aerostáticos, que se realizan tradicionalmente en muchois países del mundo especialmente en Francia, donde la carrera por conquistar los cielos, comenzó una rivalidad entre dos tendencias, desde muy temprano.
Por un lado, estuvieron los hermanos Joseph y Étienne Montgolfier, los inquietos hijos de un rico fabricante de papel de Annonay, al sur de Lyon, quienes diseñaron el primer «navegador aerostático», como se empezó a llamar a estos globos de papel y quienes el 4 de junio de 1783, en la plaza mayor de Annonay, lanzaron el primer aeróstato, sin tripulación, el cual recorrió alrededor de dos kilómetros antes de descender.
Por el otro lado, estaban Jacques Charles y los hermanos Robert, quienes elaboraron un modelo de globo diferente, que estaba lleno no sólo de aire caliente, sino también con un gas recientemente descubierto, el hidrógeno. Éstos el 27 de agosto del mismo año, ante miles de asistentes, lanzaron un globo no tripulado en el Campo de Marte de París, el cual recorrió 20 kilómetros y aterrizó unos 45 minutos después en Gonesse. Donde según cuenta la historia, los campesinos del lugar, aterrorizados ante el monstruo que iba cayendo del cielo empezaron a lanzarle piedras y lo destrozaron con sus horcas y cuchillos.
Esta rivalidad entre los Montgolfières de aire caliente y los Charlières de hidrógeno, los impulsó a querer ser los primeros en tripular un globo. Pero antes debían comprobar si podían sobrevivir en las alturas. Los Montgolfieres picaron adelante cuando el 19 de septiembre, en presencia de Luis XVI y María Antonieta, soltaron un magnífico globo, de color azul y con ornamentos dorados, cargado con una jaula de mimbre en cuyo interior viajaban una oveja y unas aves. Tras elevarse unos 500 metros de altura, el aerostato descendió suavemente en el bosque de Vaucresson y los animales resultaron ilesos. Cabe señalar que la oveja regresó al corral, donde recibió un trato especial durante el resto de su vida.
Posteriormente, el 21 de noviembre, Pilâtre de Rozier y el marqués de Arlandes pasarían a ser los primeros aeronautas de la historia. Ambos iban en una galería que rodeaba el cuello del globo, un Montgolfier, desde la que alimentaban con paja el brasero que ardía en el centro del aerostato. La majestuosa cúpula azul y dorada se elevó desde un jardín al oeste de París y sobrevoló la ciudad durante unos 25 minutos. El globo recorrió unos nueve kilómetros y aterrizó al sur de París, donde los aeronautas fueron aclamados como héroes.
Pero sería hasta el 1 de diciembre de 1783, cuando en el jardín de las Tullerías, Jacques Charles y su ayudante Nicolas-Louis Robert, ascenderían por primera vez en un enorme globo de aire, de color rosa y amarillo, que medía más de nueve metros de altura y estaba envuelto completamente por una red de malla cuadrada. En el extremo inferior se había colocado una barquilla de mimbre donde iba la tripulación. Mientras, los espectadores ocupaban los muelles, los puentes, las ventanas y los tejados de las casas, los campos y hasta las poblaciones aledañas, para observar el asombroso espectáculo.
Al final el globo de aire de los Montgolfier, de enormes dimensiones, resultaba prácticamente incontrolable, mientras que Charles y Robert aplicaron un sistema de regulación de la altitud mediante bolsas de arena a modo de lastre que iban lanzando por la borda.
Tras esta aventura, los cielos de Francia, se vio invadido de globos. No era extraño ver vasijas con dibujos de aerostatos y sus pilotos. Y los modelos a escalas, eran vendidos a quienes quisieran experimentar desde su casa. Muy pronto la fiebre por estos globos, recorrió Europa. Primero, España, luego Escocia, Inglaterra, Italia… Hasta finales de 1784 se hicieron 181 ascensos tripulados en toda Europa. Luego, la moda de los globos decayó, a causa de los accidentes mortales que empezaron a producirse, pero, sobre todo, por su dudosa utilidad práctica.
Un deporte de alta tecnología
Hoy en día, los globos aerostáticos pueden alcanzar hasta 30 metros de altura y 20 de diámetro. Para volar necesitan unas condiciones de viento suaves o moderadas, no superiores a los 15 kilómetros por hora para poder despegar con seguridad. Ya en el aire, pueden alcanzar los 30 kilómetros por hora y hasta 5.000 metros de altitud. Aunque tanto para vuelos comerciales como para las carreras se mueven en torno a los 400 metros de altura. Estas aeronaves cuentan con tecnología de alta precisión, tales como altímetros, GPS, Walki Talkies, generadores de gas, entre muchos otros, debido a que la competencia así lo exige.
Hay varios tipos de pruebas, en las cuales suelen participar más de 25 pilotos de distintas nacionalidades. El tipo de prueba no se le informa al piloto hasta que no está en el aire. Esto con el objeto de medir su habilidad, táctica y estrategia para manipular sus aeronaves.
La primera prueba es conocida como ”La Liebre”, en la cual un globo sirve de cebo y el resto de los globos debe perseguirlo. La segunda prueba es “La Caja”, en la cual los pilotos tienen que mantener su globo el mayor tiempo posible dentro de unas coordenadas en el cielo. Otra prueba, es la de lanzar un saco al vacío desde una determinada altura, esto implica parar e intentar acertar el disparo contra una diana que se encuentra en tierra firme.
Y finalmente, la carrera de distancia, que implica manejar un globo desde un inicio hasta una meta. Este tipo de carrera se convirtió en un deporte de exhibición de los Juegos Olímpicos de Verano en 1900.
En estas competencias no hay límite de tiempo, pero el principio es simple: cada equipo comienza desde el mismo punto con la misma cantidad de gas, despega al escuchar los acordes de su himno nacional, y el que vuela más lejos (generalmente después de tres o cuatro días) gana la carrera.
Cada país tiene permitidos hasta tres equipos. En la Copa Gordon Bennett de la actualidad la posición, la altitud y la velocidad de cada globo se pueden consultar en línea en tiempo real. Eso ha generado una explosión en el número de espectadores. En 2016, unas 152 000 personas la siguieron por internet.
Suiza ha sido uno de los países participantes más exitosos en la Copa Bennett, desde el principio. Ha cosechado siete victorias. En 1908 un equipo helvético ganó la carrera después de 73 horas de vuelo, un récord que duró hasta 1995. Suiza celebró otros triunfos en Bruselas (1921) y en Zúrich (1984). Desde entonces, los suizos han ganado la competencia otras cuatro veces: en Lech (1994), Bristol (2010), Pau (2015) y Gladbeck (2016).
Los mejores 6 pilotos de aerostatos
José María, Carlos Lladó y Neus Lladó (equipo Catalán)
Marie- Dominique Oudin, Saint Cyr Sur Loire (Francia).
Rigal Sylvain, Villeneuve (Francia)
Blai Carbonell (España)
María Luisa Cabañero (España)
Valentín Menéndez Cadavieco (España)