Brujas, Bélgica. Con razón llaman a Brujas la Venecia del Norte. Sus canales, sus puentes y sus paseos en embarcaciones la convierten en una ciudad tan particular como Venecia. Pero, a diferencia de la famosa ciudad italiana, donde solo las góndolas y otras embarcaciones acuáticas sirven de transporte, en Brujas es muy típico tomar un paseo en sus románticas y elegantes carrozas y pedalear o caminar por sus calles adoquinadas para admirar su paisaje y disfrutar de su encantador ambiente.
Era un domingo soleado como pocos tiene Brujas y toda Bélgica. Hicimos el recorrido de aproximadamente una hora desde la Capital del país hasta Brujas. Al llegar a su Gran Plaza fue un placer sentarnos al sol y calentarnos un poco en una de sus terrazas. Mientras veíamos el vaivén de gente de diferentes partes del mundo, disfrutamos de una de sus famosas cervezas artesanales y degustamos mejillones, frites, waffles y otras especialidades de la gastronomía del país.
En ese, nuestro primer domingo en Brujas, teníamos mucho para escoger. Pudimos escoger entrar a sus múltiples museos donde se disfruta de su arte y su cultura flamenca. Igual escoger visitar el interior de sus numerosas iglesias o sus impresionantes edificaciones para conocer detalles de su historia y sus años de florecimiento. Al final, optamos por tan solo caminar y disfrutar de esta ciudad en la que los carros son los menos, sobre todo en el centro.
Nuestro recorrido comenzó en el casco antiguo, admirando la belleza de su arquitectura medieval. Desde allí caminamos hacia sus canales, deseosos de ver sus puentes, sus embarcaciones y sus aguas, pero las tiendas artesanales de bordados y tapices nos hicieron detener el paso para admirar la belleza de estos detalles tan típicos de Brujas. También nos distrajeron las vitrinas de las numerosas chocolateras que muestran la gran creatividad de los belgas a la hora de mezclar y diseñar con chocolates.
Para mí, estar en Brujas es como estar en una ciudad de muñecas, con sus techos escalonados, sus colores y esa paz que transmite su paisaje, aunque todo esté abarrotado de gente.
Esta ciudad belga es pequeña, pero con mucho que ver. Caminando te encuentras por cualquier lado un canal y un puente por donde cruza una embarcación llena de turistas, al igual que con una calleja que te conduce a una de sus tantas plazas o a otro lugar para admirar.
Aunque Brujas es una ciudad que embruja, su nombre no tiene ninguna relación con encantamientos. El término viene del flamenco y significa puente, con lo que se hace referencia a la gran diversidad de pasaderos con que cuenta desde los tiempos en que estuvo en su mayor esplendor económico.
Son muchos los restaurantes con vistas a los canales que se pueden disfrutar en esta ciudad flamenca, pero igual da sentarte en cualquier lugar. El paisaje se disfruta desde todos los ángulos. Si te alejas del centro, la vegetación es rica y muy particular, con sus lagos de aguas cristalinas en la que uno se puede ver cual si estuviese frente a un espejo o quedarse tranquilo admirando sus elegantes cisnes y la paz que transmite el lugar, pese a los miles de turistas que la visitan cada día.
Pocos turistas vienen a Bélgica sin darse un paseo por Brujas, una ciudad tranquila y llena de historia que muy bien ganado tiene el reconocimiento de la Unesco, que la declaró Patrimonio de la Humanidad.
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