Bajo el sol de primavera
Sevilla, España.- Ese fin de semana hice realidad mi sueño de conocer la Capital de Andalucía. Y es que desde niña, cuando pensaba en España pensaba en las sevillanas con sus vestidos de lunares con mil faldas, sus mantas y sus abanicos. Pensaba en toreros, en flamenco y en muchos otros elementos muy característicos de esta ciudad española.
Fuimos en plena primavera y la temperatura casi llegaba a los 40 grados. Decidimos ir a mediados de mayo porque ya nos habían advertido lo cálido del clima en verano. Nos detuvimos a comer tapas y la parada se hizo larga. El calor nos tenía casi paralizados, pero nos animó a pararnos las ansias de vivir todos los atractivos que siempre soñé ver en esta ciudad andaluza: Su arquitectura, su gente, su ambiente y toda esa historia en la que se siente viva la presencia gitana y los elementos de la cultura árabe y mudéjar.
Abanicándonos recorrimos sus calles, sus plazas, sus tiendas típicas y sus monumentos y de pronto se nos olvidó el calor. Llegamos a su puerto y nos detuvimos en su emblemática Torre de oro, desde donde tomamos una embarcación para dar un paseo por su río Guadalquivir y aprovechar así para tener una vista general de una buena parte de la ciudad y ver gran parte de las atracciones y estructuras que dejó la celebración de la exposición iberoamericana del 1929 y la feria universal de 1992.
Cuando bajamos de la embarcación caminamos hacia el parque María Luisa, donde disfrutamos de la vegetación y nos detuvimos en la majestuosa Plaza España; luego, entramos al Museo de Costumbres Populares donde apreciamos sus tradicionales azulejos, sus encajes, sus bordados y muchos otros detalles que nos trasladaron lejos.
El casco antiguo de Sevilla no podía faltar. Está considerado como el más grande de España y uno de los más grandes de toda Europa. Allí disfrutamos de las noches de esta ciudad sureña, nos tomamos una sangría y nos fuimos de tapas para descubrir la gran variedad culinaria que ofrecen sus bares y restaurantes y del ambiente que tiene esa región y toda España con sus calles y sus establecimientos llenos de gente y ese aire dinámico que hace que el país disimule muy bien ese estado de crisis económica del que tanto se habla actualmente.
Lo bueno de viajar en primavera y en verano es que los días son largos. El domingo caminamos por barrios muy interesantes, cruzamos por la Plaza de Toros, el Archivo General de Indias y muchos otros lugares que en dos días no podíamos ver con detalles. Luego, volvimos al casco antiguo y en sus calles nos encontramos con un espectáculo que frecuentemente se puede ver en cualquier ciudad española: una procesión religiosa en la que niños y adultos marchaban por las principales calles con trajes tradicionales para la ocasión.
Luego de dejar la procesión, entramos a la catedral de Sevilla, sede principal de la celebración de la más famosa y exuberante semana santa de todo el mundo. También subimos a su giralda, para desde arriba tener una vista panorámica de la ciudad.
En la tarde disfrutamos de la fuerza y el colorido de los artistas sevillanos con los arpegios, las palmadas y los taconeos de su arte, en un espectáculo en el museo interactivo del baile flamenco. Al final nos quedamos por más y alargamos el fin de semana hasta el mediodía del lunes, para visitar el Alcázar de Sevilla, considerado el palacio real más antiguo de Europa y uno de los monumentos más emblemático de Andalucía.
Valió la pena alargar el fin de semana. Los jardines y todo el alcázar tienen mucho que contar y toda Sevilla es un lugar maravilloso para disfrutar. Los precios de hospedaje y los restaurantes son relativamente baratos, comparados con otras ciudades europeas.
Visitar esta ciudad del sur de Español es fácil. Cuenta con un aeropuerto internacional con vuelos desde diferentes partes del mundo. También cuenta con el sistema de tren rápido denominado Ave, lo que permite a los turistas que están en Madrid u otras ciudades, llegar a Sevilla en un tiempo relativamente corto.
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