Fiebre por “Bebé Real”

Arelis Reynoso
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Con el nacimiento del hijo de Guillermo y Catalina los duques de Cambridge, se suda la fiebre que ya vivió el Reino Unido, cuando en 1982 nació el hijo de Diana y Carlos de Gales.

La desición de los abuelos del bebé real de que su primogénito Guillermo naciera fuera del palacio de Buckingham, abre una nueva modalidad en la “realeza”.

Los medios de comunicación hicieron guardia en las afueras del hospital donde nació el hijo de la plebeya Catalina. El nombre de la criatura es Jorge Alejandro Luis, mismo que se dió a conocer tres días después del nacimiento.

La madre, salió a menos de 24 horas de haber parido a su hijo y estuvo junto a su esposo como unos ciudadanos comunes, lejos de la majestuosidad que tenía la realeza acostumbrados a sus súbditos. El Hospital St. Mary, es el centro de salud donde Catalina fue atendida y sus padres estuvieron en tan especial momento como unos abuelos normales lo hacen.

Ver a Guillermo colocar en su cargador en el asiento trasero del vehículo que él mismo condujo hacia el hogar, a su primogénito fue un acto de humildad y sencillez que manda un mensaje al mundo.

La solemnidad de la acción de la pareja de vivir como cualquier ciudadano común es lo que debe hacer toda la monarquía que todavía en pleno siglo XXI existe.

Ver a la duquesa Catalina salir vestida sencilla, sonriente y con su bebé en brazos fue agradable a los que creemos que no importa donde y cómo nazca una criatura, lo magestuoso es que nazca.

Se espera que la educación de esa criatura sea normal, con el calor de su madre plebeya, como hace 31 años lo vivió el mundo con Diana de Gales, la abuelita ida a destiempo de Jorge Alejandro Luis.

Otro detalle del nacimiento del niño, es que la madre está en casa de sus padres junto a su esposo, fuera de toda la majestuosidad del palacio. De seguro su madre la atiende cocinando para ella las clásicas sopas y chocolate caseros  que se les dan como parte de su dieta a una recien parida. El objetivo es que produzca mucha leche y pueda amamantar a su criatura.

Ver a Catalina sin faja, ni un maquillaje suntuoso y un arreglo extraordinario, es halagador cuando hay tanta gente que hace negocio con la preñez, parto y post parto. Un ejemplo que vale mucho para este mundo convulso y desordenado.

El abuelo Carlos, rompió el protocolo, cuando al salir del hospital dijo a la prensa: “en unos minutos lo veréis”. En un sencillo mensaje de que los orgullosos padres saldrían a presentar al bebé a la prensa.

Toca ver como sigue el día a día de los duques de Cambridge, el reto de criar y educar un ciudadano que tenga los pies en la tierra, que viva una vida como todo mortal y sea un hombre de bien; es el gran reto de los flamantes padres.

Por lo pronto Catalina es una dama que supo darse su lugar mientras fue la novia del príncipe. Cuando estaba lista para formalizar y Guillermo no le propuso nada en ese momento, la plebeya Catalina supo retirarse y dejarle espacio a su novio para que pensara y viviera su vida. El, mostrando el amor que sentía por ella regresó a su vida para formalizar el compromiso y unos meses después casarse como Dios manda. Catalina puso en el tapete que: “si amas algo déjalo lobre si vuelve a tí es tuyo si no vuelve nunca lo fue”, asi, como se lee ocurrió. Esa historia de amor real, es el modelo que Lady Di estableció en la realeza de Reino Unido y que su hijo mayor ha sabido heredar y seguir con ese legado como un homenaje a su madre. Lady Di, llegó incluso a opacar a la reina madre, de quien la gente ni se acordaba. Diana, vive en sus dos hijos que apostaron a la felicidad y vivir cada uno su vida muy a su estilo.

Lo interesante de esa paternidad de los duques de Cambridge es que la misma sea ejemplo en el mundo, que cuando hay amor se vencen los obstáculos y se vive para mantener un hogar basado en el respeto, la buena comunicación y la tolerancia entre dos personas que no son familia y han unido sus vidas libremente en el sagrado vínculo del matrimonio.

Que la fiebre del Bebé real sea sudada y se viva intensamente en esos padres que viven como todo mortal, sin excesivos lujos ni ostentaciones.

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