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Finalmente la espera llegó por parte de MLB y las suspenciones de la alegada lista que se venía barajando a peloteros acusados de usar sustancias prohibidas llegó.
Repudiamos el hecho que a través de excusas usuarios confesos, sean practicamente perdonados, sin embargo el caso no puede ser cerrado. MLB tiene el deber de buscar una rehabilitación a los afectados, porque es un delito, que no se justifica, pero las “asesorías” de que se inicien en darle al cuerpo potencia, no viene solo. Los consumidores, tienen que informarse de las consecuencias posteriores.
Que se vayan a sus casas y cumplan una sanción sin recibir terapias para superar esas adicciones que adquirieron por la presión de que mientras más rendimiento tengan mejor para el negocio, es una barbaridad. No cura la enfermedad y agrava las consecuencias, conviertiéndose en una bomba de tiempo que al explotar va a hacer que muchas vidas se vean afectadas negativamente.
El propietario de la clínica Biogénesis, que está bajo una investigación federal, no tiene calidad moral para acusar a nadie. El se estuvo beneficiando por años de los dividendos que le sacó a sus clientes.
Mueve a preocupación que le cerraran la clínica y el hombre ande suelto y se le brinde el derecho a emitir su testimonio, que obviamente debe estar “acomodado” porque ha tenido tiempo de sobra para montar sus alegatos de defensa.
Cadena
La cadena de complicidades en el negocio de la venta clandestina de las sustancias que hace poco menos de una década era el idioma común en los club houses, hoy es casi una malapalabra dentro del lenguaje de los protagonistas de uno de los deportes de más tradición en Estados Unidos.
Cabe destacar que dichas sustancias no estaban prohibidas, gerentes generales de equipos, alegadamente conocen que era una especie de rutina, por la larga temporada de las Grandes Ligas,que esos cuerpos necesitaban un “estimulante”.
Lo que no he escuchado por ningún lado es quiénes ofertaban las sustancias, cómo eran compradas, si había intermediarios que iban a los establecimientos a cumplir mandados de los usuarios y qué dosis se debían administrar diario.
Tráfico viejo
Si pasamos revista al pasado, por ejemplo la década de los 90’s. Ver a un flacucho Mark Macgwire batear antes del alegado consumo de esteroides, no era nada del otro mundo. Lanzadores de la talla de Roger Clemens, Andy Pettite, entre otros conocidos casos, han escandalizado por unos cuantos meses los titulares de expertos en analizar el béisbol.
Sin embargo el caso de Juan -Igor- González, destacado estelar de Grandes Ligas, hoy retirado, puso sobre aviso ese negocio cuando en Canadá le fueron ocupados unas geringas y sustancias que dijeron al momento del destape que se trataba de “Complejo B”.
Hoy, en pleno siglo XXI las aristas tienen tela para cortar y no se acaba la madeja de culpas.
Que Clemens fuese enjuiciado en un tribunal federal, Pettite ingresara de nuevo a Grandes Ligas, al cumplir su suspención y que Macgwire sea coach de bateo de uno de los equipos, deja perplejo a cualquiera por esa doble moral de una sociedad desarrollada que a sabiendas que hay una falla, no hace que haya una sentencia que “asuste” a infractores y reincidentes en esas prácticas paren ese hábito.
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