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Activistas de diversos puntos de Estados Unidos, movilizaron el pasado 5 de octubre a miles de inmigrantes que fueron con “todo” a exigir una vez más sus derechos por una Reforma Migratoria.
Desde el año 2004, se viene dando ese fenómeno que los propios norteamericanos en un principio, consideraron como movilizaciones de indocumentados.
Actualmente, en una etapa distinta a las primeras marchas masivas, los inmigrantes han aprendido a manejar sus demandas con logros que van desde, pedir permiso en sus empleos, usar banderas norteamericanas y hasta enfocar en una sola voz sus legítimos reclamos.
Es bien conocido las decenas de personas que perdieron sus empleos y se “quemaron” ante sus empleadores, porque se afilaban a marchar de su cuenta. Esto, en los inicios del movimiento por lograr establecer la soñada reforma.Las comunidades inmigrantes de Estados Unidos, han logrado aprender a lidiar con: Problemas de discriminación,abusos laborales, entre otros serios y reales asuntos.
Pero, para ¿qué marchar? ¿Hay avances en la lucha por lograr ese objetivo? ¿Tienen los líderes otras estrategias para forzar a que se cumplan las promesas?
Interrogantes como esas y decenas más surgen a diario en los grupos que ya no aguantan las leyes antiinmigrantes que los mantienen acorralados.
Estados como Georgia, Arizona, California y ahora en los últimos años Florida, han hecho en silencio poner en práctica el funcionamiento de leyes estatales, donde los indocumentados han desplazado sus vidas hacia otros “escondites”. No se puede seguir permitiendo que cada cuatro años se ponga en un compás de espera, una comunidad que no está en terrotorio norteamericano por gusto. El idioma, las costumbres, toda la rutina de un país que fue elegido para escapar de las miserias de sus naciones de orígen, ha sido el compañero forzado de los trabajadores y jornaleros que vienen en masa desde distintos países latinoamericanos.
Los legisladores, el Presidente, los líderes y personas de poder que han prometido encontrar una solución justa, se han quedado “dormidos” en lo que aparenta ser el negocio perfecto para temas de campaña. Una vez hay primarias se ven los candidatos con diccionario en mano “machacando” un español que solo en muelles y fronteras se escuchan. Pero, al final, cuando sale el nuevo candidato, se posesiona y comienza su período, se olvida su agenda en favor de la comunidad indocumentada.
En lo que llega la Reforma, se ha debido establecer un censo, para con responsabilidad dotar al inmigrante a través de las alcaldías de un documento que valide su estancia en Estados Unidos. No es posible que un trabajador inmigrante, por carecer de documentos, tenga que inclusive ir al banco portando un pasaporte. Si, se inicia un serio programa que les permita a los indocumentados sentirse amparados y estar protegidos por la vía humana, porque definitivamente la “legal” no está en agenda; al menos se logra mantener a las familias unidas. Un futuro de esperanza y espera, que de seguro estaría siendo beneficioso para esta nación.
No es correcto, cobrar impuestos, sin importar si el dinero viene de la fuerza de trabajo legal o ilegal, pero sí resultaría ventajoso, poner a la comunidad indocumentada en el ánimo de reportar no solo el ingreso por un empleo, sino incluir los 4 y hasta 5 sueldos que reciben miles de obreros y obreras por concepto de trabajos realizados.
No hay que bajar la guardia, si los políticos siguen ahogados en sus promesas, toca reforzar los métodos de lucha. Para que Rosa Parker siga vigente en la mente de los norteamericanos y el sueño de Martin Luther King despierte la realidad social del indocumentado hay que empezar a hacer ese “cambio social” que necesita y urge en la comunidad.
No esperemos un político, para que se creen las condiciones de un cambio, que ese impulso venga de todos los millones de inmigrantes que una vez estuvieron en el mismo lado de los hoy excluídos, perseguidos y atacados inmigrantes; logren demostrar: ¿Para qué marchar?