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Resulta agradable, escuchar hablar de manera correcta a las personas. En tanto, que es incómodo, de mala educación y deja mucho que desear la persona que habla utilizando vocablos prosáicos.
El asunto de las redes sociales, ha pautado una nueva era en la comunicación. Desde mensajes personales ofensivos, indirectos y descarados se leen en Twitter, facebook, instagram y las decenas de formas de comunicarse gratis que hay en este nuevo siglo.
No hay que esperar el cartero, mensajero o emisario a que llegue con una carta a tu puerta. Un simple email, mensaje masivo o el que sea de la preferencia del emisor, llega en segundos sin importar distancias, si el receptor está encarcelado, en un hospital o en el trabajo.
Lo que está fuera de control en el mundo es el hablar inapropiadamente. Si las autoridades no toman cartas en el asunto en esta era de las comunicaciones, se irán a pique los aportes de Cervantes al idioma español, asi como el decoro que debe establecerse en sociedades llamadas civilizadas.
Es común que cualquier persona que tenga acceso a estos mencionados medios, ofenda, insulte y desprestigie, sin que hayan regulaciones que impidan que se diga lo primero que le viene a cualquier indeseable a la punta de sus dedos. El buen decir, no se aplica, por ejemplo cuando alguien está enojado, salen de nuestra boca palabrotas impublicables, algo entendible. Pero, ¿Acaso vilipendiar es aplaudible?
Países que viven las utopías del llamado comunismo o socialismo, tienen recursos para impedir el libre acceso a la expresión. Sin embargo, países con sobrados recursos para regular las comunicaciones no trabajan para hacer cumplir los códigos elementales de la ética para expresar alguna idea. Ya no es un obstáculo tener un espacio para expresarse, las redes sociales permiten que hasta los shows se hagan sin la supervisión de un experto en comunicaciones, que paute, dirija y exija que se cumplan esos cánones éticos.
De seguir como vamos, hay que prepararse para tener una generación analfabeta del buen decir, nadie está tomandose en serio lo que se vive a diario con el exceso de facilidades para comunicarse. Lo que aparenta un simple modo de no tener oficios para estar cada segundo mandando mensajes indeseables y groseros, tiene una tarea fácil que amerita disposición y responsabilidad para los que manejan las regulaciones de comunicación en un país.
Una sugerencia a los dueños de empresas, pongan un sueldo a alguien que monitoree los mensajes electrónicos de sus empleados en horas laborables, alguien que se encargue de hacer una nueva cláusula en los contratos laborales, donde se advierta que en horas de trabajo el uso de aparatos electrónicos están estrictamente prohibidos para asuntos personales en la política de las empresas. Hagan la prueba por unos meses y se llevarán grandes sorpresas.