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Desde que el mundo nace el núcleo que nos ha mantenido unidos es la institución familiar. La educación de los ciudadanos empieza en su hogar, las maneras de formar carácter de los hijos, conductas dentro y fuera de su casa, la relación con vecinos y el respeto a sus derechos se afianzan en los hogares.
En pleno siglo XXI hay infinidad de variables que están tratando de destruir el concepto de familia. Los padres, que deciden formar y establecer sus hogares con o sin un matrimonio de por medio, se encuentran con retos que no siempre pueden vencer. Dado las crisis que surgen en las sociedades, hay serios asuntos que hay que retomar de manera urgente.
No es posible que la autoridad que existe en la crianza de los hijos, alguien la vulnere sin régimen de consecuencias. Quien ha dicho que un sistema pueda violentar el derecho de los padres, en las escuelas, institutos y hasta en sutiles sugerencias de que “no hay que decirle a sus padres si quieren cambiar su sexo. Incluso si no les agrada sus nombres siendo niña por ejemplo, les llamaremos en las escuelas el nombre masculino que desean”. Son los irresponsables y atrevidos comentarios que se están tratando de normalizar ante los ojos de una sociedad que no reacciona a esos peligrosos modos de querer adjudicarse una victoria social, para crear caos y desorden dentro de las familias.
Autoridad y Control
Así como el amor nos mueve en cada día que tenemos de vida, de ese mismo modo la autoridad de los padres hacia sus hijos no se puede negociar. No es verdad que un hijo puede faltar y violentar la disciplina y reglas en un hogar.
Llegar tarde a sus casas después de clases, tomarse atribuciones de no hacer los oficios asignados, dejar de lado la manera respetuosa para dirigirse a sus progenitores; son violaciones a la autoridad del hogar que se ven con espantosa frecuencia.
Los padres necesitan mantener inclusive control en el accionar de sus hijos. Si no se afianza esas dos pautas, los hijos irán por un derrotero seguro en un futuro cercano.
Las discusiones entre hermanos, los desencuentros en las familias en sentido general serán siempre acontecimientos que se dan. Pero, familia es familia y no se puede permitir por ejemplo que un disgusto dañe la relación armónica que debe darse en la cotidianidad de un hogar.
Los padres, tenemos que poner claro, que no se negocia las reglas del hogar bajo ningún concepto.
Inversiones Nuevas
La primera acción de unos padres que saben que viene un hijo en camino, se basa en acomodar el hogar para recibir su prole. No hay que gastar una cantidad exhobitante de dinero para recibir su vástago. Acomodar una cuna, tener un espacio para guardar sus pertenencias, es lo único extra que hay que procurar.
No es verdad que ese hábito que se está implementando en estos tiempos de incurrir en gastos innecesarios para montarse en una ola de moda, va a desestabilizar la economía de una familia.
Veo con frecuencia que una vez se conoce que viene un hijo en camino, hay que hacer la revelación con fotos que se publican en redes sociales, luego que se conoce el sexo es otra fiesta para anunciar si es niño o niña. El baby shower, que en un principio era un agasajo que reunía la familia cercana para llevar obsequios que casi siempre se hacían a mano, ha desaparecido.
Un niño ya no usa ropa bordada o tejida. Es difícil que haya economía doméstica en los currículos de las escuelas.
Ahí, empiezan ha desviarse costumbres que datan desde los tiempos de las tatarabuelas.
Urge rescatar el sentido que mueve una sociedad con la familia como núcleo principal.
Educación de Hogar
La primera fase de formar una criatura nace en el hogar. Los modales, la cortesía y el expresar los sentimientos inician en la familia.
Cuando el niño crece, hay que asegurarse que su formación esté basada en vivir en un hogar seguro, donde los cuidados y la protección sean el norte.
Hablar de cultura y tradiciones, asegurarse que hay que ser responsables de lustrar sus zapatos para ir a la escuela, es por ejemplo un requisito que les enseña a cuidar su apariencia.
No hay que poseer riquezas y abundancias para que un niño crezca con hábitos de higiene que se deben mantener en todo momento.
Las apariencias que la gente tanto afana por mostrar, no pueden estar basadas en acostumbrarse a proveer cosas materiales. Un hogar debe estar blindado por dosis de amor, respeto y alegria cada día.
Tertulias para hablar de historia en la sobremesa, mantener tradiciones en por ejemplo los carnavales, donde los disfraces deben resaltar personajes históricos de sus países y sobre todo no dejar que las informaciones que se ven en televisión sean las que los hijos reciban.
Hay que empezar a desmontar ese fallo, de no sacar tiempo para que los hijos reciban adoctrinamientos de terceros para dañar sus pensamientos. Hay tiempo de rescatar esta crisis que inunda y afecta sigilosamente los hogares.
Acción de Emergencia
Urge retomar el concepto de familia tradicional. No hay que esperar que los hijos se pierdan por el abandono de unos padres que están ausentes de los cuidados de sus hijos. Es cierto que la vida está cada día más difícil por el costo mundial de servicios y provisiones alimenticias.
El dinero es básico para asegurar una buena educación escolar, pero no puede haber una ocupación tan intensa que les impida a los padres supervisar a sus hijos en sus actividades.
Hay que esforzarse para que uno de los dos padres asistan a las reuniones de la escuela. La sociedad de padres y amigos, se tiene que ratificar y eso solo lo pueden hacer los padres responsables, motivando a que los derechos sobre nuestros hijos no sean exclusivos de una institución escolar o de recreación.
El cambio no vendrá de afuera, hay que poner énfasis en los asuntos que mueven la dinámica del hogar y eso implica estar pendientes de todo lo que ocurre con sus hijos.
Dejar de lado la tradicional expresión “no tengo tiempo” y hacer validar que en la institución principal de toda sociedad, cómo es la familia, se priorice la presencia de los padres o tutores.
Los hijos merecen crecer con la única institución que los educa y forma: La familia.
Hasta la próxima entrega, dilectos lectores!