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Celebrar la hispanidad es todo un acontecimiento que presume el viejo continente. Cuando los expedicionarios que plantearon al reinado de España la ruta de explorar en América, esa aventura se convirtió en un desafío para esa monarquía.
Cristóbal Colón, que era parte del grupo de aventureros que habían trazado la ruta de llegar a tierras vírgenes, fértiles y ricas en recursos naturales acertaron en sus hipótesis. En América había indígenas, que vivían felices sin necesidad de tener un espejo para mirarse. Los caciques, que eran los máximos representantes de sus cacicazgos o tribus serían hoy en día los gobernadores de sus comarcas. El trueque era el medio perfecto para dinamizar sus economías y las mayores bonanzas estaban en sus tierras plagadas de recursos como Oro, Níquel, Bauxita y miles de minas. Todas dispersadas en un continente que estaba a punto de ser invadido por expedicionarios, hambrientos de poder, dinero y notoriedad en sus respectivos países.
Italia, España y se dice que Portugal eran las nacionalidades de esos jóvenes que al notar que la Monarquía de España era la única dispuesta a financiar ese viaje al otro lado del mundo, no perdieron su tiempo y lograron los recursos para lanzar su aventura en tres carabelas llamadas La Santa María, La Pinta y La Niña. Tres barcos veleros que desde que divisaban tierra, pagaban el financiamiento del viaje a costa de acabar con la felicidad de inocentes indígenas. Cambiaban espejos por lingotes de oro. Llegaron como invasores pasivos que sembrando cizaña y valiéndose de promesas vanas e insulsas a los habitantes de América le arrebataron sus identidades, las riquezas y al final se quedaron con las colonias que dejaron establecidas.
Pizarro, los primos y hermanos de Cristóbal, el genovés que saltó a la fama por pisar tierra después de meses en alta mar, se unieron en el júbilo que les causaba el poder reportar a la Monarquía que habían llegado a paraísos que ojos humanos no se imaginaban existían. Cortés, Los Pinzón y demás expedicionarios supieron como deshacer esa vida silvestre y rica. Se llevaron hasta lo único valioso que una cultura tiene, como lo es su Identidad.
Hasta las mujeres, que trabajaban de sol a sol fueron convertidas en meretrices al antojo de esos extranjeros que impresionaban con su manera de hablar y los atuendos que vestían.
La raza, se fue extinguiendo a pasos gigantes y en pocos años los indígenas estaban descansando en paz en el sueño eterno. Las sublevaciones llegaron, de manera sútil y aventajadas para los expedicionarios que ganaban terreno cada segundo donde pisaban tierra. Sonrisas, bisuterías y promesas de una mejor vida eran vendidas a las damas, que se embarazaban como conejos y parían criaturas de ojos claros, color mestizo y asi se iba ligando esa mezcla que hoy día conforma este nuevo continente.
Las nuevas generaciones desconocen la historia, porque los países descubiertos se han dado a la tarea de ir descontinuando la historia del llamado descubrimiento de América. La historia se ha acomodado a conveniencia de autores que de manera medalaganaria han hecho una fábula del gran descubrimiento.
Celebrar la raza, hubiese tenido un sentido más real, si en vez de quitarle a América su gente noble, inteligente y que habían logrado establecer una identidad propia formaran parte de ese descubrimiento que tiene un aire de asalto.
Durante siglos se han vivido guerras, triunviratos, dictaduras, Monarquías, Guerrillas y todo lo que ha retrasado culturas y civilizaciones, unos se han hecho millonarios y otros han perdido sus vidas. Octubre, seguirá siendo recordado por la hazaña del grupo de expedicionarios que más que descubrir asaltaron y ganaron impunemente salir de sus miserias más que económicas humanas.