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Muchas veces se señala a la adolescencia como una etapa muy difícil e imprudente de nuestra vida. Pero en realidad en cualquier etapa, no saber diferenciar entre ser valiente o imprudente, hace que muchos atraviesen esta frágil y tenue línea que pone en riesgo sus vidas.
Sin duda alguna, los adolescentes muchas veces necesitan de la aceptación de quienes le rodean, para sentirse dentro de un “grupo”, y para eso, muchos son capaces de poner en peligro su vida, con tal de lograr la aceptación.
El hecho de no parecer cobardes o de no querer quedar en rídiculo delante de los demás, mucha veces nos impulsa a cometer actos de imprudencia olvidando el concepto de lo que es ser valiente.
Quizás si desde pequeños se le enseñará a los niños lo que significa ser valiente, podrian evitarse muchos dolores de cabeza de grande. La valentía nos enseña a dominar nuestros miedos y a sobreponernos ante los momentos difíciles. Pero también nos enseña a no dejarnos amilanar ante las dificultades, ni dejarse vencer al ver sus sueños frustrados.
Igualmennte, son valientes quienes se levantan de las caídas, o son fuertes de espíritu siendo capaces de llegar más lejos incluso de lo que imaginaban.
De allí la importancia de enseñar a los pequeños a sentirse seguro de sí mismo y confiar en su sensatez. Explicarles que no es cobardía la precaución, ni valentía el desatino; Que rechazar algunos retos no significa timidez o cobardía, sino pura inteligencia en todos los sentidos de la palabra, ya que en ocasiones la imprudencia suele vestirse de valentía para confundirnos y poner a prueba el buen juicio.
Vivir implica tomar riesgos que consideramos necesarios. Cambiar de empleo; emigrar a otro país, sin mayores recursos; hacer valer las ideas frente a quienes opinan diferente. Decisiones estas que podrán culminar en éxito o fracaso y así debemos afrontarlos.
En el caso de quienes practican deportes extremos, éstos saben que pueden correr riesgos, y a pesar del miedo que puedan tener la adrenalina se les dispara y se arriesgan. Sin embargo, no actúan con total indiferencia frente a los riesgos. Saben que existen, y tratan de evitarlos o aminorarlos. A diferencia de otros, que no están conscientes de los riesgos y ni de cómo evitarlos.
Un buen ejemplo, es arrojarse al agua en una tempestad para rescatar a alguien que se ahoga. Esto se consideraría un acto de valor. Atreverse y tomar riesgos valientemente no es igual ha hacer lo mismo sólo por llamar la atención. esta decisión de actuar de forma temeraria sin motivo, es simple imprudencia e inconsciencia.
La próxima vez que decidas realizar una aventura o un acto de alto riesgo, piensa de forma juiciosa si lo haces sólo por demostrar tu valor.