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La pérdida de una mascota, se sufre con un sentimiento que lleva contrastes. Por una parte se siente el vacío que nos deja su ausencia y al mismo tiempo la aceptación en paz de esa realidad.
Yao, quien nació de Lorna, mascota de mi cuñada Glenys en la República Dominicana me cautivó desde el momento que lo conocí. Según me dijeron cuando me vio llegar a la casa, ladró por primera vez.
Su ladrido representó el inicio de nuestra empatía en común. Mi primera reacción fue acercarme y sonreír, ante mi osadía de querer agarrarlo su madre empezó también a ladrarme.
Por 5 minutos Yao ladraba y hasta se acercó donde yo estaba. Fue entonces que recibí una llamada de mi esposo, a quien le comenté lo que aconteció y enseguida me dijo que lo trajera conmigo.
En los pueblos, la costumbre es que una vez pasa el tiempo de amamantar los canes, empieza el proceso de regalar las crías. Cuando me disponía a preguntarles si Yao tenía dueño, ellos me dijeron que si deseaba podía traerlo conmigo al retornar a mi hogar.
Espere 3 semanas que era la recomendación del veterinario, porque era necesario que recibiera su primera vacuna. Aunque mi viaje de regreso a casa tuvo que extenderse, lo disfruté con mucho amor y entusiasmo.
Llegada a USA
La visita al veterinario nos resultó muy agradable, Yao, estaba feliz y saliendo de ahí lo llevamos al parque.
Dennys, mi esposo, buscó una escuela de perros donde le dieron la educación canina que hizo de Yao una mascota ejemplar.
Desde buscar el periódico en las mañanas, hasta comer cuando nosotros estábamos en la mesa, era el hábito de nuestra encantadora mascota.
Si salíamos de viaje, Yao era el primero en la lista. Cada nueva ocurrencia nos llenaba de alegrías.
Una compañía
En el otoño del año 2011, a dos años de la llegada de Yao recibí un regalo hermoso por parte de mis hijos, una hermosa mascota de la raza Brewer Terrier. La nombré Eva Antoinette y desde el día uno con nosotros, Yao, la acogió con gran entusiasmo.
Fue difícil por la diferencia de edades y raza que se adaptaran, pero recibiendo entrenamientos en la misma escuela de Yao, se logró esa convivencia de ambos en el seno de nuestro hogar.
En vez de una mascota nos tocó viajar con dos. Lo cierto es que valió la pena y nos quedan las vivencias y anécdotas que Yao tuvo junto a Eva nos regalaron.
La Partida
Yao, tuvo como cada mes junto a Eva su día de Spa. Comenté con la groomer lo delicado y sensible que estaba Yao. Inclusive me dijeron que tratara de complacer sus antojos y disfrutarlo en partida doble. Llegando a casa le servimos su pollo desmenuzado, que devoró con placer y corrió en el patio como era su costumbre. A pesar de que tres meses atrás ya les había comunicado a mis hijos y a Dennys que no quería ver a Yao sufrir por el deterioro que observé en su salud, me ripostaron alegando que había que dejarlo hasta que el partiera de manera natural.
Era difícil verlo caminar con dificultades, estaba perdiendo la noción del tiempo y hasta perdió la audición. Sin embargo, su convivencia en casa nos regocijó en todo momento.
El pasado jueves 19 de septiembre, Yao no pudo caminar y rechazó comer tal como era su costumbre matinal.
Llame a la veterinaria y a las 3:35 de la tarde, le estábamos ayudando a su proceso de partir.
No hubo agonía, las horas previas a su partida fueron tranquilas y sus intentos por estar parado nunca le respondieron.
Costumbres
Me quedo con sus recuerdos, extrañaremos los regaños que le hacía cuando se excedía en sus travesuras.
“Deja de ladrar, no estas en una perrera municipal”, “ Yao, Go in”, “Eso no se hace buen igualado”
Son ahora las expresiones que voy a extrañar de nuestro anciano Yao Hernández. Mis hijos se despidieron por FaceTime al igual que mis hermanos.
Nuestros días han transcurrido con ese dejo de nostalgias y el vacío que nos dejó Yao, pero entiendo que es el ciclo que nos toca nacer y morir hay que aceptarlo.
RIP Yao: 2009-2024