Caminando por París

Crónica de un sábado por la tarde

París, Francia.- Todo comenzó en el arco del triunfo, símbolo de Francia y sus luchas napoleónicas. Desde allí recorrimos Les Champs Elysées y disfrutamos de todo el encanto de la más famosa y elegante avenida parisina. Sus terrazas llenas de gente, sus perfumerías, sus vitrinas de tiendas tan chic como Louis Vuitton, Cartier y Chanel y todo el ambiente de sus restaurantes, sus salas de espectáculos y su historia la convierten, en uno de los escenarios más emblemáticos de la ciudad de las luces y el amor.

Era el último día de agosto y sentarse en una de las terrazas de Los Champs Elysées era una oportunidad idónea de disfrutar del vayven de la gente que por momentos parecía caminar sobre una pasarela para mostrar la gran diversidad de estilos en la moda, pero preferimos caminar y disfrutar de arriba abajo de esta histórica avenida que hoy es escenario de importantes desfiles nacionales y de otros acontecimientos de gran relevancia como la entrega de los premios del famoso Tour de Francia.

Caminamos todo recto y llegamos a la parte baja del paseo. A partir de la rotonda de los Champs Elysées todo cambia. La admiración es para los jardines, las fuentes, los parques y la arquitectura de viejos edificios que albergan importantes instituciones públicas como el Palacio Presidencia L’ Elisée . Al mirar a la izquierda nos motivó detenernos para fotografiar Le Petit Palais, Le Grand Palais y el paisaje que se alcanza a ver del Hotel des Invalide y el puente Alexandre III.

La Plaza de la Concordia con sus fuentes de agua marcan el fin de la avenida. Desde allí como desde muchos otros lugares de París, pudimos contemplar la erguida Torre Eiffel e hicimos fotos que la muestran desde diferentes ángulos.

Seguimos en la misma dirección y al frente nos encontramos con el Jardín de las Tuileries, espacio ideal para detenerse a tomar un descanso y disfrutar de una típica crepe dulce o salada o sencillamente descansar un poco los pies para retomar fuerzas y seguir este recorrido que sin mucho doblar ni cruzar nos permite contemplar gran parte de los más emblemáticos espacios de París.

Desde las Tuileries se alcanza a ver la inmensa edificación del Louvre. Solo fue preciso caminar unos metros para estar junto a sus pirámides y en su puerta de entrada, pero preferimos mejor entrar otro día, la rica museografía de este importante museo amerita de tiempo, así que por ese día nos conformamos con hacernos la típica foto en la que se simula alcanzar el pico de la emblemática pirámide.

Saliendo del Louvre por el lado opuesto nos encontramos con el Río Sena, para mi es el Sena lo que más encanto le da a París: Sus aguas, sus embarcaciones, sus puentes, sus paseos y pasarelas le dan un aire romántico y mágico, tanto de día como de noche.

Cruzamos el puente de las artes, espacio que une el Museo del Louvre del Museo d’ Orsay. Tomamos la izquierda y Caminamos por todo el borde del Sena, deteniéndonos a curiosear en las tiendas de suvenires y libros hasta llegar al Puente Neuf, desde donde se alcanzan a contemplar diferentes escenas de la vida de París.

Mirando hacia el Sena se ve la gente que se detiene al borde del rio a contemplar el agua y las embarcaciones que vienen y van, mientras que si miramos a la calle nos distraemos con el vaivén de los que caminan embrujados, admirando las bellezas de esta ciudad considerada como la más visitada del mundo.

Esta capital europea se puede recorrer de muchas formas. Yo la he recorrido desde el Bateau Mouche por el Sena, en el bus turístico, en carro y a pie. Cada forma tiene sus encantos y sus ventajas. El río cruza por una parte importante de París, por lo que tomar una de las embarcaciones en el Sena nos permite ver desde sus aguas, gran parte de los atractivos de la ciudad, pero si lo que queremos es descubrir más de cerca los encantos de las calles de París, mejor ponernos zapatos cómodos y caminar.

Nuestro recorrido fue un cálido sábado de verano, habíamos salido en la mañana y ya era de tarde, así que detuvimos nuestro recorrido y caminamos hacia uno de los típicos restaurantes que abundan en el céntrico Barrio Latino, donde escogimos un menú de 12 Euros con entrada, plato fuerte y postre incluido, lo que nos permitió disfrutar de la gastronomía francesa a un precio aceptable.

Al salir del restaurant dimos unos pasos y nos encontramos pronto con la majestuosidad de la Catedral Notre Dame de Paris y su historia de 850 años. Toda esta zona siempre está llena de gente, de artistas callejeros y otras curiosidades que invitan a detenerse a cada paso.

En el centro de esta capital europea los puntos de interés están bien cerca uno del otro, lo que permite hacer el recorrido sin miedo a perdernos. Cerca de Notre Dame se encuentra el Hotel de Ville y muchos otros atractivos que muestran porqué París siempre está llena de turistas aunque sea otoño o el frío invierno.

Visitar el famoso cabaret Moulin Rouge, Montmartre u otros atractivos de París lejos de centro también es fácil. Tenemos la opción del metro que es barato, rápido y seguro, siempre que nos orientemos con un mapa y las indicaciones. Si nos perdemos siempre se puede rectificar tomando la línea correcta. Si por el contrario queremos tomar taxis, solo tenemos que estar prestos a pagar lo que cuesta estar en una ciudad grande y con un alto nivel de vida como París.

Siempre se ha considerado que París es una ciudad cara y de hecho lo es con relación a muchas otras ciudades europeas, sin embargo, ser tan grande y diversa da la opción de que cada uno pueda adaptar su viaje a la capacidad de su presupuesto. Todo está en saber escoger que comer, que hacer, que hotel tomar y estar dispuesto a disfrutar de la Capital de Francia, independientemente de que no se visiten los restaurantes más caros, ni se consuma en los lugares chic. Al fin y al cabo, París es una ciudad que se disfruta con tan solo admirar.

 

Mary Leisy Hernández, periodista y locutora. Egresada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de la Escuela Nacional de Locución.
Escribe para el Periódico dominicano El Nacional y prepara la publicación de su libro “De París a Cotuí”, en el que recoge diversas crónicas sobre sus historias de viajes.
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