Los Colores, ritmos y sabores de Etiopía

Turismo en Africa del Este

Addis Abeba, Etiopía.- Fue una semana bajo el sol de África. Con los cinco sentidos muy abiertos para disfrutar al máximo de Etiopía, uno de los países más pobres del mundo y al mismo tiempo un país rico en historia y en ancestrales tradiciones, lo que lo convierte en un lugar único, irrepetible y muy atractivo para los que les gusta vivir y conocer otras culturas.

Cuando llegamos al hotel nos sorprendimos con el particular olor del incienso, luego descubrimos que el incienso como el café y otros aromas, es parte importante de la vida cotidiana de los etíopes. Está presente en las iglesias, en las comidas y en gran parte de sus diversas ceremonias.

A pocas horas de llegar nos aventuramos a caminar por su capital Addis Abeba y nos maravillamos de las escenas que vimos en sus calles, de mezcla de gente mestiza, de su forma particular de vestir, y nos dimos cuenta que la pobreza no siempre tiene relación con la delincuencia y la violencia de un pueblo. No en muchas ciudades grandes podemos correr el riesgo de caminar como en Etiopía, donde por lo general son pacíficos y muy amables.

De todos modos nunca está de más tomar precauciones. En todas partes se cuecen habas y mejor andar con lo mínimo y no llamar mucho la atención con objetos al aire que puedan despertar la tentación.

Nuestro recorrido comenzó en el Merkato de Addis Abeba, espacio considerado como uno de los mercados a cielo abierto más grande del mundo. Caminar entre sus vendedores es la ocasión idónea para darse un baño de pueblo y tener una muestra representativa de la vida y las costumbres de este enorme y poblado país. Cada paso que se da nos permite ir descubriendo un mundo de sorpresas que mucho emociona a quienes amamos escudriñar en las costumbres de los pueblos.

Addis Abeba es una ciudad muy grande por lo que para los desplazamientos es preciso tomar transporte. Los taxis azules funcionan muy bien y son seguros. Solo hay que orientarse con los precios y saber regatear como lo hicimos nosotros que del mercado nos fuimos a descubrir la comida típica de Etiopia y fuimos a un restaurant de forma circular que simula las tradicionales casas de los campos. Allí probamos la Injera, plato tradicional que se come con las manos y se sirve sobre una gran bandeja.

Luego vivimos la ceremonia del café y nos embriagamos con los colores, los sabores y olores de ese espacio que con esmero crean para el café en diferentes escenarios de todas las ciudades: En los hoteles, los aeropuertos, los restaurantes, las calles y las casas. Es como si el café fuera una bebida sagrada.

Esta ceremonia demuestra que los etíopes no solo son los productores de uno de los cafés más famosos del mundo, también son grandes consumidores. Lo sirven de una manera tan especial y particular, que convierten uno de sus principales productos en un agradable punto de encuentro entre familiares, amigos y visitantes.

Fueron días muy intensos y sin desperdicios en esta parte de Africa, en los que descubrimos un pueblo muy creyente y ferviente ya sea como cristianos ortodoxos o como musulmanes. Ambas creencias conviven a la vez, aunque son más los cristianos, quienes tienen una iglesia casi en cada esquina. Es muy común ver mucha gente en los alrededores de las iglesias en actitud de oración.

Gran parte de sus iglesias tienen forma circular y en su interior distan mucho de las iglesias cristianas católicas e incluso de otras ortodoxas, tanto en el decorado como en la forma de celebrar. A mi me marcó mucho este fervor de los cristianos que se tiran al suelo a orar. También de los monjes y sacerdotes que siempre están prestos a bendecir a los feligreses.

Fue una semana inolvidable en la que no podíamos dejar de ir al Museo Nacional de Etiopía para conocer y fotografiarnos con Lucy, el esqueleto humano más famoso del mundo y el más antiguo encontrado hasta la fecha. Su hallazgo fue en 1974 y se determinó que tiene más de tres millones de años.

Tampoco quisimos dejar de disfrutar de las noches de Etiopía y de sus restaurantes con música folclórica en vivo, en las que se mezclan lugareños y turistas a bailar y ver bailar sus ritmos. Para disfrutar de su música son muchas las opciones. Nosotros en cada ciudad que visitamos tuvimos la ocasión.

Fueron unas vacaciones muy especiales en las que sin prejuicios ni miedos quisimos ver las distintas realidades. Una tarde nos fuimos a Piazza, la parte más comercial de la ciudad, y allí nos encontramos con indigentes, madres pidiendo con niños y otras escenas que muestran la parte difícil del país. Allí igual encontramos establecimientos con mucha gracia y estilo muy propio para cenar, comer o sencillamente tomar el colorido jugo mixto de frutas que tanto se prepara en sus fruterías.

POR CIUDADES DEL PAÍS

Las distancias en Etiopia son muy largas por lo que es preciso tomar el avión si se quiere conocer más que La Capital y sus alrededores. Una aerolínea local tiene vuelos disponibles a precios asequibles, lo que permite conocer más en menos tiempo. Nosotros escogimos ir al Norte a conocer a Axum, Lalibela y Gonder, Tres ciudades que en otros tiempos fueron capitales de Etiopia y que hoy conservan grandes atractivos.

Muy difícil explicar todas las sensaciones vividas en nuestro recorrido. El conjunto de iglesias de Lalibela es algo mágico, increíble. 11 iglesias excavadas en las rocas, Para entrar y verlas es preciso cruzar pasadizos, túneles, laberintos y subir y bajar rústicas escaleras que hacen parecer todo aquello una gran aventura.

Las escenas que se ven a cada paso a mí me parecieron maravillosas, sobre todo con esa espiritualidad que le dan los sacerdotes, los monjes y los creyentes y sus vestidos blancos. Los pies deben estar descalzos para entrar a cada templo y nosotros 11 veces nos quitamos los zapatos. Imposible estar allí y no entrar a ver esas maravillas que con mucha razón fueron declaradas patrimonio de la humanidad.

Disfrutamos mucho nuestro recorrido por el interior. En los pueblos que nos tocó visitar la gente parece ser muy diferente que en la capital. Caminando por un barrio muy pobre, los niñitos salían de sus casitas de barro a saludar. Nos sonreían y nos decían welcome. Algunos tímidamente pedían caramelos o lápices. Los más grandecitos a veces intentan ponerte conversación y en algunos sitios turísticos, te ofertan de manera muy educada sus productos artesanales. Viven en un país con un alto nivel de analfabetismo.

Nuestro recorrido fue muy diverso. En Gonder hicimos una caminata y subimos hasta 3,600 metros de altura de la montaña Simien para observar sus especies endémicas, ver jugar en su habitad a los monos Barbuno Gelada y otras maravillas de la flora y la fauna de este país africano. También visitamos sus antiguos castillos, considerados como únicos en África. Así como también su piscina sagrada y su famosa iglesia con emblemático decorado de ángeles.

En Axum disfrutamos de los verdes paisajes, mientras visitábamos sus ruinas, sus monumentos y los sitios arqueológicos que muestran importantes elementos de la historia de esta primera capital de Etiopía.

A mí de todo lo que vimos e hicimos en este viaje lo que más me gustó fue palpar la realidad de esta milenaria cultura y de su gente. Fue maravilloso tener los sentidos abiertos para aprovechar al máximo. Sentir los olores, probar los sabores, escuchar sus ritmos y vivir sus espléndidos colores. Viva Mamá África.

Mary Leisy Hernández, periodista y locutora. Egresada de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de la Escuela Nacional de Locución.
Escribe para el Periódico dominicano El Nacional y prepara la publicación de su libro “De París a Cotuí”, en el que recoge diversas crónicas sobre sus historias de viajes.
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