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Los alcohólicos, fármacos dependientes, jugadores compulsivos, drogadictos, entre otros seres humanos que viven presos en sus vicios tienen colegas en el nuevo vicio que azota sigilosamente la humanidad, se trata de Los teléfonos celulares.
El siglo XXI trajo amenazas de que se acercaría el fin del mundo, fuertes vaticinios de que economías sólidas colapsarían y hasta se pronostico fusiones de países que se odiaban a muerte. Los presagios y adivinaciones nunca faltan a la hora de que la humanidad cierra ciclos y abren otros. Es considerado legítimo que la gente se prepare e instruya sus conocimientos en aprender a fortalecer sus capacidades y desarrollar talentos.
Lo que nadie pudo imaginar es la peligrosa adicción que traerían las comunicaciones en el presente siglo. Era normal ver ejecutivos de empresas, profesores, obreros y hasta uno que otro adolescente tener un bepper, o localizador colgado en la cintura. Inclusive personas fantasiosas y extravagantes tenían en adición a dichos dispositivos un teléfono móvil.
Lo que comenzó como una herramienta de trabajo y eficaz comunicación se ha convertido en el «vicio legal del siglo». Es común y hasta normal ver damas salir elegantemente vestidas con teléfono móvil en mano adornando su vestimenta, los accesorios de los celulares se venden como pan caliente y mujeres parturientas se olvidan de los Dolores para estar con su fiel compañero: El celular.
Desde conducir un vehículo hablando o en una luz roja en las calles de cualquier ciudad se ven de cinco personas cuatro enviando mensajes de textos, tomando fotos o haciéndose el ya tradicional selfie(auto-fotografía) y ni que hablar de revisar las redes sociales.
La gente ha perdido el sentido del respeto, porque hablan en todo lugar y a toda hora. He observado con tristeza que hasta en la iglesia hay adictos al celular que no dejan de teclear y a pesar de las peticiones de que apaguen los aparatos, prefieren «pecar» de sordos a cumplir con entregar una hora o el tiempo de un culto a plenitud a Dios.
En los hogares hay silencios sepulcrales,porque ya nadie habla debido a que enviar mensajes son sus entretenimiento y el contacto afectivo se esfuma.
Un abrazo se da con un brazo porque los «mancos» viciosos tienen una mano ocupada. Hasta en funerarias y hospitales se da prioridad al celular y los buenos modales y buenas costumbres se pierden si por casualidad un tono de un nuevo mensaje entrante les llega y dejan una conversación en persona porque hay que responder de inmediato.
Divorcios, infidelidades, activación de bombas por parte de extremistas y hasta secuestros expresos se hacen por el celular.
Matrimonios de los de revista y «apariencia» usan sus aparatos para a través de redes sociales expresar mensajes de amor, admiración y hasta compartir alegados regalos que reciben de sus parejas. Ya pasó de moda declarar el amor a través de cartas, una larga y tendida llamada telefónica hasta la madrugada y los clásicos métodos de conquista.
Ahora un simple icono habla por sí solo.
Jóvenes y niños son pillados enviando mensajes sexuales a compañeritos de clases o vecinos. El caso es que los adictos no se dan cuenta que la tecnología los ha llevado a dejar de lado ser personas para convertirse en mupets.
Si una familia sale a compartir un almuerzo un domingo es una estampa para grabarla, cada uno con sus móviles al lado, nadie conversa ni se escucha un chiste en la sobremesa. Parecería que quieren volar a sus propios espacios a seguir revisando las redes, enviando mensajes o mirando nuevos seguidores, Un «like» en sus cuentas de redes sociales es celebrado por los viciosos como un acontecimiento.
Los viciosos del nuevo vicio legal, llegan a extremos de tener hasta dos aparatos, uno para chatear con los amigos y parejas oficiales y otro para hacer sus travesuras virtuales.
Personas sanas, sin frecuentes quejas por dolencias, de repente son detectadas con migrañas, fobias, entre otros incómodos padecimientos. La ciencia documenta y advierte que síndromes y deficiencias detectadas en niños podrían estar relacionadas a la exposición de largas horas con aparatos muy cerca de sus entornos. Y, es que las mujeres se rehusan a desprenderse de sus teléfonos, pareciera que los hijos pasan a un segundo plano y el verdadero amor es tener su dosis a mano un día completo.
He escuchado casos donde esposos pillan a sus damas nada menos que en el excusado chateando, muertas de la risa. Es decir que los microbios que entran a los hogares a través del celular también se suman microbios que se quedan en las manos cuando no se lavan las manos porque hasta «cochinos» se convierten los adictos de ese nuevo vicio.
No soy tecnológica, confieso que recién me he adherido a utilizar el Twitter con más frecuencia, mismo que tengo desde que abrí este blog que he concebido pensando en la familia. Sin embargo sé que mi espíritu alegre unido a mis habituales ocurrencias de hacer un chiste, compartir entre amigos una velada o simplemente leer un libro serán las características que adornaran siempre mi persona y las expectativas de llegar a vivir una vida sana y feliz los años que Dios me preste vida.
Todo lo mejor que como seres humanos podamos dar y compartir es lo que les exhorto a mis dilectos lectores que ejerciten a diario y eviten amarrar sus vidas ante alguna dependencia que destruyan su paz y la armonía misma que todas las personas tenemos derecho.